jueves, 7 de octubre de 2010

Mal de Ojo

Las cosas pertenecen al decir antes que al ver. Los ojos siguen tan presos del lenguaje que hasta resulta posible imaginar palabras recubriendo nuestras pupilas como las escamas a un pez. Sin embargo existen raras ocasiones en que una presencia nos afecta y quedamos desnudos, ausentes en lo visto. Ese instante despojado del ser, apenas un soplo fugaz durante el cual, frente a la mirada atenta, se ofrece una revelación moral, es la que testimonia cada una de estas fotos de Hernán Reig. Se sabe que formas más sutiles de control social han ido reemplazando a los espacios de encierro disciplinario. Ya no está en nuestra conciencia sino en nuestro sentido de la vista el blanco del adiestramiento. Los deseos se adhieren a la lógica de un sistema como los ojos al objeto deseado en la pantalla, una vidriera a la góndola del supermercado – así marcha la vida cotidiana en sociedades burocráticas de consumo y espectáculo.

Acaso suene anacrónico hablar de una experiencia perceptiva que lleve a distinguir entre el Bien y el Mal. Acaso el hecho de que suene anacrónico a la luz de esta exposicion pueda entenderse como otro de los efectos del Mal.

Hernán Reig se perdió por las calles de una exangüe Buenos Aires y volvió, afortunadamente, con algunas evidencias de nuestra vulnerabilidad. Sensible al sufrimiento de aquello que por ser inanimado carece de lenguaje para expresar su molestia, sorteó las trampas de la ciudad y supo reconocer el clamor de estáticas miradas que, paradójicamente no hacen sino aludir a una situación humana.

La ciudad, decorado astuto, dicta lo que debemos pensar de manera que cuando creamos hablar, nada más repitamos los nombres con los cuales ella se define a si misma y a sus partes. La aventurada lente de Hernán Reig, evadiendo este naufragio discursivo, nos invita a ver que la ciudad funciona solo porque todos sucumbimos al hechizo de Los Ojos del Mal.

Florencia Abate, (sobre la muestra Mal de Ojo, expuesta en Motivarte, Milion y Torre Monumental). Año 2000.

El llamado (cita a Gabriel Orozco)